miércoles, 23 de abril de 2014

La cuerda




…Y la cuerda se rompió.

En algún momento u otro tenía que romperse tras tanta tensión.

Nada es indestructible. Ni lo que hubiera entre los dos. Noté el chasquido. Seco. El latigazo en mi espalda me dolerá hasta el día en que me cubra la tierra. Te has quedado con la cuerda en las manos preguntándote todavía cómo pasó. En silencio. Con los ojos abiertos.







Demasiada realidad para tu Disneylandia particular. Árboles engalanados con dedicación mística y rituales elaborados de navidad. Ya te dije que no estás hecha para aguantar a un romántico barato de tendencias suicidas en pleno siglo XXI. Tus colores son demasiado alegres y vivos como para que queden bien con cualquiera de mis exageradas tragedias.

Todos nuestros planes se han roto como una vajilla de porcelana persa, arrojada con rabia al suelo. Rodado en cámara muy, muy, muy lenta. Una secuencia que podría ver decenas de veces. Incluso a la inversa. Por bella. Por dramática. Por anestésica.

Todo hace cuesta para arriba. Hacer el más mínimo movimiento requiere diez veces más esfuerzo que antes. Es como si tuviera fatiga crónica o alguien me hubiera robado el alma. Si pudiera, me quedaría dormido dos meses seguidos con tal de despertarme sin memoria ni rencor. Todo carece de sentido y se hace mecánicamente, sin ni una pizca de entusiasmo, alegría ni motivación.






¿Qué ocurrió? Me quedé clavado como en una lumbalgia y tú catatónica sin capacidad de reacción.

¿Quién llevó las riendas de este potro salvaje y aguantó el chaparrón?? Por supuesto tú ganas en esta competición. Intentaste domesticar a un animal asilvestrado. Perdiste un tiempo precioso de tu vida arando un campo infértil y yermo. Y mientras te secabas la frente, te preguntabas cada vez más a menudo si de ahí podrías sacar algo bueno. Cavando y seleccionando de entre un montón de estiércol, que no era más que mi propia frustración. Vertido directamente sobre ti, con fuerza, sin compasión. Toneladas y toneladas de mierda que se volcaron sobre ti y tu transformaste en amor, alegría y comprensión. Hasta que tu hígado aguantó.

¿Quién te va a devolver todo lo que trabajaste en balde sin recompensa ¿??

¿Quién va a agradecer todo lo que hiciste y reconocer tu estado de mártir sin panteón??






Daría lo que fuera para poder olvidarte como en el film aquel. Que para más desgracia es mi film favorito, para convertirse en una pesadilla. Ir a Lacuna con todas las cosas que me regalaste, que hiciste con tus manos, nuestros planes, nuestros proyectos, nuestras ilusiones, nuestras fotos…en una triste bolsa negra de basura, y borrarte de mi cabeza de un plumazo.


¡Pum! Ya está. Se acabó. Over. Por un módico precio, volverá usted a la casilla donde empezó.

“Ya no tendrá ningún recuerdo de esa persona. Como si nunca se hubieran conocido, señor”.

Pero por muchas cosas que pusiera dentro de la bolsa, al día siguiente habría algo para poner en el montón. Pagaría lo que fuera. Me endeudaría hasta las cejas para retroceder unos meses de mi vida, justo un segundo antes de recibir un mensaje a cientos de kilómetros de distancia.

Ignorancia es felicidad. Bienaventurados son los olvidadizos.





Yo no tenía que haber estado allí. Nunca.

Te juzgué y condené por no ser la chica que esperaba, la que estaba en mi imaginación.
No por ser quien realmente eras.

Mi princesa fue en realidad una chica que vestía como un leñador y soñaba con una taladradora de última generación. Yo ponía la poesía y tú el bricolaje. No era mal trato. Yo te abrazaba como una chica en el sofá y tú mantenías la pose de chico duro. Tú eras el guerrero que llegaba con la armadura abollada y yo te esperaba en la cabaña con tu cena preferida. Tú eras la profesional de la apariencia, el buen porte, de la corrección política, sin una salida de tono, sin sobrepasar jamás la fina línea que separa el orden y la corrección del libre albedrío. Yo, en cambio, era el caos, la locura, el desorden y la mosca en la punta de la nariz. Tantas cosas ví que nos unían como las que nos separaron.

Quizás te imaginé por error desde el primer día. El tribunal también tiene una sentencia para mí. Y esa condena la voy a tener que pagar yo.






¿De qué te va a servir todo este tiempo de mártir y pobre recicladora de mis miedos??

Espero que te haga más fuerte y no me recuerdes con rencor. Te maltraté demasiado como para que esto tuviera un buen final. Sin darte cuenta, saliste del fuego para meterte en las brasas. Siempre me quise demasiado poco como para poder querer a alguien como una persona humana, en lugar de vengarme, disparar a matar y regodearme en el odio y el dolor. Tengo un montón de amor para dar. Pero no se dónde ponerlo. Tengo tanto amor dentro de mí sin estrenar que se me pudre, que no sé como utilizar.

Tú tampoco tenías que haber estado allí. Jamás.

¿¿ Cuánto tiempo tardaré en olvidar todo lo que destruí ??

¿¿Cuántos puntos de sutura tendré que coser por todas las heridas que causé??






¡¡Necesito una cifra por favor¡! Una semana, un mes, un año…Una vida. Un número para calmar mi ansia y poder llorar. Hacer recuento de desperfectos, víctimas involuntarias y daños colaterales. Esquemas mentales, predicciones y probabilidades. Táctica de tierra quemada allá por donde pase.

Si como dicen los psicólogos y magos en superar rupturas, para recuperarnos necesitamos un año por cada tres de relación, yo antes del verano ya te habré olvidado.

…Y la cuerda se rompió. Pero el ahorcado ya llevaba días muerto.


El cadáver muestra síntomas de arañazos con sus propias uñas, en la cara, brazos y pecho. El cerebro desecado e infarto al corazón. Mala pinta. Sufrió mucho. Los forenses aún se preguntan cómo duró tanto vivo. Muerte por desesperación. Defunción a las 23.45pm




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