jueves, 8 de agosto de 2013

Quiero





Escribo con la sangre caliente. Me sale mejor. Me abro la femoral o la yugular, dependiendo del día, sólo unos pocos segundos me bastan. Después la vuelvo a cerrar inmediatamente. Tampoco es cuestión de dejarse la vida.

Una buena aorta cerciorada, palabras a borbotones. Sangre caliente a chorro, y las ideas fluyen sin ni tan siquiera desmayarme.

Con la sangre fría aprovecho para dormir, mi gran placer de toda la vida.

Cada vez lo veo más claro. Prefiero vivir anestesiado.

Me pides que escriba más. Y te hago caso. En realidad te lo agradezco, es la mejor sugerencia que me has dado.

Yo te pido otro beso, quizás voy demasiado rápido. Nunca estoy contento. Pido demasiado. Siempre frustrado.

Rápido. Siempre he ido demasiado rápido. Vivo demasiado rápido. Pienso demasiado rápido. Digo demasiado rápido. Me arrepiento demasiado rápido. Muero demasiado rápido.

No soy yo. Siempre son los demás. Es la sociedad que me hace daño.

Quizás nací en el siglo equivocado.

Por eso duermo tanto. Porque mi cerebro trabaja a más revoluciones de lo recomendado.

Necesito descanso.

Necesito a alguien que me de un poco de luz, y no negros o blancos.

La escala pantone es lo suficientemente generosa como para ignorar el resto del retrato.

Necesito un poco de color y primavera, y yo te daré el resto del verano. Y si tú quieres el resto del año.




Quiero que me toques. Quiero que me acaricies. Que reacciones cuando te halago, porque cada cosa que te digo, la siento con el corazón, el cerebro, la entrepierna y el bazo. Quiero reírme y llorar contigo. Quiero hacerte el amor hasta cansarnos, sentir tu respiración acelerada muy cerca y lamer tu sudor salado. Quiero besarte y no sentir que estoy con una muñeca de plástico o cualquier objeto inanimado. Quiero estar tirado en la cama contigo escuchando música y hablando de lo divino y lo humano. Quiero un abrazo cálido. Quiero un pequeño piropo, aunque sea mentira, yo me lo creo, me lo trago encantado. En realidad, te salgo muy barato. Estoy de saldo.

Pero aún así, tengo la sensación de que te pido demasiado.

No necesito a alguien que se autodenomine rancio. Porque según el diccionario se dice del vino o comestibles que se echan a perder o personas demasiado apegadas a ellas mismas. Y yo ya tengo la despensa llena de musgo, pesebres y cadáveres. Y por las personas demasiado centradas en sí mismas, sólo ellas pueden quererse, nunca serán capaces de amar a alguien o ni siquiera algo. Por lo que teniendo un espejo, ya van más que sobrados.

Yo no quiero un espejo. No quiero tener más sensación de espacio.




Lo que tengo es mucho amor que dar, no quiero estar dando pelotazos contra una pared, cual pelotari en el frontón o economista estresadísimo en interminables partidas de squash en el gimnasio.

Yo quiero que mis flechas vayan a alguna parte. Quiero provocarte algo. Quiero producirte algún sentimiento, a poder ser agradable, y si puede ser, que pueda ver en ti su efecto e imagen.

Quiero emborracharme y perder la cabeza contigo. Necesito vino del de antes y sin edulcorante, para soportar mejor los malos ratos. 

Tú prefieres el vino añejo, casi avinagrado. A ti te van más los tragos amargos, raspas de pescado y lengua de gato.

Necesito a alguien que le guste que le traten bien y que quiera ser amado, no que odie al mundo y le discutan a diario.

Tú no quieres a alguien que te diga cosas bellas. Cada una de ellas te resbala como el jabón de la pica entre las manos. No te produce ningún efecto. Y si lo hace, nunca no permitirías que alguien lo notara, eso seria ultraje. Tú prefieres piedras, cristales rotos y látigo.

Yo quiero que de vez en cuando se te ponga la piel de gallina, que te salga el corazón por la boca de la emoción, que te tiemblen las piernas, que te suden las manos, que dejes algo de espacio a lo inesperado, que no lo tengas todo controlado.

Tú no quieres estar de acuerdo, sino la permanente e inmutable tensión de la discordia como filosofía de vida y ocaso. Ante la mejor sonrisa de un extraño, prefieres poner tu mejor cara de asco. Desconfías por defecto, por si acaso.

Tú no quieres a alguien con quien compartir, sino un apuesto y duro contrincante de tu agrado siempre a punto para pelear. Tú lo que buscas es un fuerte y resistente adversario, que devuelva los golpes a tu altura, sin pedir nada a cambio. Tienes tanto miedo a que te hagan daño que necesitas tenerlo todo siempre controlado. No sé leer tus señales. Lo he intentado. De veras. Me declaro absoluto profano.




Yo quiero que nos dejemos llevar por el libre albedrío, que la imaginación me sacuda, se aproveche de mí, me viole y me utilice para crear música y regalártela. Quiero improvisar contigo todos los días del calendario, que surja todo sin pensarlo y no tener la sensación de que estoy forzando. Quiero ser dueño exclusivo de mis actos y deseos contigo, sin tener la sensación de que tú antes ya los has planeado y consentido. Que me estás dejando, guiando por un camino que ya has trazado y diseñado. Exclusivo para mí. Gracias. Pero prefiero equivocarme con mis propios pasos.

Tú eres el chico, yo la chica. Tenemos los sexos cambiados.

Eres mi soldado. Eres mi machote.

Yo te mando flores y cartas, tú las amontonas en el sótano tal y como han llegado.

Yo te digo lo mucho que me gustas y tú me ofreces tu indiferencia de macho. Preferiría que me dieras un puñetazo, al menos me transmitirías algo.

Yo te ruego un beso y tú me lo prestas hipotecado.

Yo sufro por los dos y tú te ríes de mis peinados.

Estás hecha para resistir todo lo que sea necesario. Con o sin mi, sola o con un mercenario, eso ya es secundario. Eres un animal silvestre que nunca se ha adaptado a estar en otro hábitat que no sea la jungla del asilvestrado. Caprichosa y desconocedora del no por respuesta o el rechazo. No conoces nada más que no sea tu voluntad ni te adaptarás a nada que no sea tu objeto de deseo. La gente te molesta. Te horroriza si alguien se te acerca demasiado. Estás en guardia permanente, por si alguien quiere hacerte daño. Porque todo el mundo es malo. No hay cuartel, sin descanso.

Desde que naciste estás en un hábitat extraño. Ésta no es tu selva. Hay demasiados humanos.

Tienes tus objetivos claros. Lo tienes todo pensado.

Todo controlado.

Así me siento más tranquilo.

Quizás nací en el siglo equivocado.


Me vuelvo a la cama a dormir unos cuantos años.




lunes, 22 de julio de 2013

Te odio



Te deseo y te extraño con la misma fuerza con la que te odio. Con tan poco tiempo. Sólo con dos miradas y tu tacto.

Algo irracional.

Algo insano.

¿Cómo puedo echar de menos a alguien que ni conozco? Quizá sea por mi intuición suicida. Mi lado femenino. L’emisphere gauche, como lo llaman los de ahí arriba.

Quizá sea porque me temo cosas en ti demasiado mías. Demasiado conocidas. Ese olor tan íntimo y personal, tan viejo y tan rancio, de un conflicto nunca resuelto, y que nunca deberá ser resuelto.

Quizás sea por eso que te odio tanto como me odio a mi mismo. Quizás sea ese odio tan intenso como el deseo que despiertas en mi. Es el mismo sudor, la misma sangre, la misma rabia con la que te despedazaría como a un cordero, …es la misma energía con la que te colmaría a besos.

Nunca han sido necesarios en mi muchos encuentros en el tiempo para conocer en profundidad a alguien. Más bien al contrario. Las primeras citas han estado cruciales. Las siguientes, en muchos casos, prescindibles. Soy animal intuitivo.

Te deseo desde lo incomprensible. Me atraes desde lo misterioso. Y te quiero desde mi locura. ¿Cómo se puede querer a alguien que está tan loco como yo?







Te persigo y te detesto. No existe el término medio.

Tan vanidosa que te cosería la boca con hilo de pescar. Tan ingeniosa que tendría que volvértelo a quitar. Con cuidado. Con cariño. Para no estropear esos labios que no pararía de mirar.

Todavía no sé porque apareciste en mi vida…y aún menos si volveré a verte.

No creo que seamos incompatibles. Quizá toda esta mierda es porque lo somos demasiado. Todo este holocausto emocional terminará en algo. Como después de la lluvia de verano.

Te gusta tenerlo todo controlado. Necesitas que todo vaya a tus tiempos y a tu paso. A mi no me gusta que me controlen ni dirijan mis pasos. Soy animal asilvestrado. Y muerdo.

No sabes como reaccionar si las cosas no siguen tu agenda. Te pones nerviosa si los acontecimientos no salen como lo esperado.

El orgullo es un veneno potentísimo que sirve para defendernos de todo y de todos. Sin mesura, sin criterio, sin dirección. La mayoría de veces contra quién menos lo merece. Inyectamos el líquido amargo a través de nuestros colmillos como una serpiente de cascabel. Como animales acorralados atacando por sobrevivir delante de un peligro que no existe. Que nos hemos inventado. Como nuestro enemigos, la mayoría creados por nosotros mismos. Como si no tuviéramos suficiente trabajo, o la vida no fuera ya suficientemente miserable.

No eres de dar la razón por las buenas. ¡¡Hay que currárselo amigo!!Abierto todos los días del año, veinticuatro horas. No hay descanso. Sin cuartel.

No darías tu brazo a torcer ni aunque confirmaras que todas mis extremidades están rotas y destrozadas. Saboreando el placer indescriptible que produce ver suplicar al objetivo de tus dardos una respuesta tuya, una noticia, una bandera blanca. ¡¡ Y qué orgasmo tan intenso es ver como se rinden y claudican a tus pies¡!! De qué forma has aguantado como una guerrera, ganando otra batalla.

Pobres ignorantes, los infelices que no tienen un orgullo tan tremendamente ejercitado como el tuyo, cuanto placer se pierden ¡!!!

Serias capaz de mantenerte en tu posición aunque no hubiera nada que defender, como el último peón negro en un tablero de ajedrez vacío. Serias capaz de no ceder ni un milímetro hasta ver todas las piezas restantes caer.

Aunque nadie sepa, excepto yo, que tu coraza de hierro forjado sólo esconde la cosa más tierna, delicada y vulnerable: tu corazón malogrado.

Como el mío. Como yo. Por eso te conozco desde hace años.

Te haría tan bien si tú te dejaras.

Es de locos.

Eres tan yo que me das asco. Soy tan tu que me muero por sentir tu tacto.


Otra vez.